Washington D. C. A 08 de Julio del
2020.-Amigas y amigos,
Celebro
este encuentro con usted, presidente Donald Trump. Mi visita obedece, en buena
medida, a la importancia que tiene, sobre todo, en estos tiempos de crisis
económica mundial, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre
México, Estados Unidos y Canadá.
El
haber conseguido este acuerdo representa un gran logro en beneficio de las tres
naciones y de nuestros pueblos.
Como
es sabido, América del Norte es de las regiones económicas más importantes del
planeta. No obstante, nuestra región es inexplicablemente deficitaria en
términos comerciales; exportamos al resto del mundo tres mil 579 billones de
dólares, pero importamos cuatro mil 190 billones de dólares; es decir,
mantenemos un déficit de 611 mil millones de dólares, lo cual se traduce en
fuga de divisas, menores oportunidades para las empresas y pérdida de fuentes
de empleos.

Por
ello, el Tratado es una gran opción para producir, crear empleos y fomentar el
comercio sin necesidad de ir tan lejos de nuestros hogares, ciudades, estados y
naciones. En otras palabras, los volúmenes de importaciones que realizan nuestros
países del resto del mundo, pueden producirse en América del Norte, con menores
costos de transporte, con proveedores confiables para las empresas y con la
utilización de fuerza de trabajo de la región.
Desde
luego, no se trata de cerrarnos al mundo, sino de aprovechar todas las ventajas
que nos brinda la vecindad, así como la aplicación de una buena política de
cooperación para el desarrollo.
Este
Tratado permite atraer inversiones de otros lugares del hemisferio a nuestros
países, siempre y cuando se cumpla con los principios de producir mercancías de
elevado contenido regional y de procurar condiciones salariales y laborales
justas para los trabajadores del país exportador o importador de bienes de
consumo.
Es
importante también señalar que, en este acuerdo, los tres países aportamos
capacidad productiva, mercados, tecnología, experiencia, mano de obra
calificada y terminamos complementándonos. Por ejemplo, México tiene algo
sumamente valioso para hacer efectiva y potenciar la integración económica y
comercial de la región; me refiero a su joven, creativa y responsable fuerza
laboral. No olvidemos que la participación de los trabajadores en los procesos
productivos es igual de importante que el papel de las empresas. De poco
serviría tener capital y tecnología, si no se cuenta con buenos obreros que se
destaquen por su imaginación, su talento y su mística de trabajo.

Ciertamente,
en la historia de nuestras relaciones, hemos tenido desencuentros y hay
agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos podido establecer
acuerdos tácitos o explícitos de cooperación y de convivencia; por ejemplo, en
los años cuarenta del siglo pasado, durante la Segunda Guerra Mundial, México
ayudó a satisfacer la necesidad de Estados Unidos de materias primas y lo
respaldó con mano de obra de los trabajadores migrantes, que fueron conocidos
como “braceros”.
Desde
entonces y hasta la fecha, hemos venido consolidando nuestras relaciones
económicas y comerciales, así como nuestra peculiar convivencia, a veces de
vecinos distantes y otras de amigos entrañables.
También,
como es sabido, la historia, la geopolítica, la vecindad y las circunstancias
económicas de ambas naciones han impulsado de manera natural un proceso de
migración de mexicanas y mexicanos hacia Estados Unidos y se ha conformado,
aquí, una comunidad de cerca de 38 millones de personas, incluyendo a los hijos
de padres mexicanos. Se trata de una comunidad de gente buena y trabajadora que
vino a ganarse la vida de manera honrada y que mucho ha aportado al desarrollo
de esta gran nación. Asimismo, en México, más que en ningún otro país del
mundo, viven y forman parte de nuestra sociedad un millón y medio de
estadounidenses. De modo que estamos unidos, más que por la proximidad
geográfica, por diversos vínculos económicos, comerciales, sociales, culturales
y de amistad.
Presidente
Trump:

Algunos
pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera
inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente, ese mal augurio no se cumplió y
considero que hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras
buenas relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos.
El
mejor presidente que ha tenido México, Benito Juárez García, pudo, como usted
lo mencionó, entenderse con el gran presidente republicano Abraham Lincoln.
Recordemos que este gran líder histórico estadounidense, el impulsor de la
abolición de la esclavitud, nunca reconoció al emperador Maximiliano, impuesto
en México con la intervención del poderoso ejército francés. No es casual que
Juárez haya lamentado el asesinato de Lincoln, diciendo: “He sentido
profundamente esta desgracia porque Lincoln, que con tanta constancia y
decisión trabajaba por la completa libertad de sus semejantes, era digno de
mejor suerte...”.

En
los días posteriores a la expropiación petrolera, en una carta, el general
Cárdenas reconoció el buen entendimiento bilateral de la siguiente manera:
Mi
gobierno considera que la actitud asumida por los Estados Unidos de
Norteamérica, en el caso de la expropiación de las compañías petroleras, viene
a afirmar una vez más, la soberanía de los pueblos de este continente, que con
tanto empeño ha venido sosteniendo el estadista del país más poderoso de
América, el excelentísimo señor presidente Roosevelt.
De
modo que, guardadas todas las proporciones y en circunstancias sin duda
distintas, la historia nos enseña que es posible entendernos sin prepotencias o
extremismos.

A
usted, presidente Trump, le agradezco su comprensión y la ayuda que nos ha
brindado en asuntos de comercio, petróleo, así como su apoyo personal para la
adquisición de equipos médicos que necesitábamos con urgencia para tratar a
nuestros enfermos del COVID-19.

¡Que
viva la amistad de nuestras dos naciones!
¡Que
viva Estados Unidos de América!
¡Que
viva Canadá!
¡Que
viva nuestra América!
¡Viva
México!
¡Viva
México!
¡Viva
México!
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